La vi pasar haciendo equilibrios sobre dos agujas puntiagudas de 9 cm que hacían a esas piernas tan largas pedir a gritos que treparas por ellas porque de pequeñas les habían contando un cuento sobre un niño que plantaba unas habas, y trepando, conseguía llegar al cielo. Y permitidme decir que el cielo, si es que existe, estaba sin duda al final de esas piernas.
Inconscientemente mis ojos se pegaron a su culo. Ella, me los arrancó de golpe cuando se giró y me habló, y me clavó los suyos, húmedos.
Podía haberse dirigido a cualquier otro, había gente más a mano, pero qué se yo, al fin y al cabo, eran sus manos.
Quizá lo hizo porque le parecí la mejor opción para resolver su duda sobre no se qué de un andén de metro y como encontrar un hotel. Quizá lo hizo porque le parecí la mejor opción para resolver su noche, ya que era uno de esos hoteles en que te ponen la cama y así te la apañes.
La desnude en mi cabeza mientras ella seguía hablando de que coger un taxi iba a ser lo mejor, pero que nunca se sabe. Imagine como se serían y donde estarían las perfectas imperfecciones de su piel, y esos labios carmín cuando se callaban de una puta vez y pasaban a la acción. Pensé en ese pelo, suelto sobre la cama, liberado de ese recogido sacado de un anuncio de TV de otra colonia francesa de esas que te ponen el mundo a los pies, o eso dicen. Ella comento algo de dar un rodeo, que se tarda más pero es más seguro porque a esas horas quien sabe quién habrá por ahí. Yo en cambio pensé, en ser yo quien la rodera con mis brazos y no la soltara nunca, o por lo menos no hasta mañana. Terminó su retahíla de gilipolleces, se quedo mirándome inquisitiva, esperando una respuesta y sonrió juguetona cuando sus ojos se dieron cuenta de que los míos examinaban ahora sus pies, más allá de sus sandalias. Creo que pensó que la miraba las tetas, en cualquier caso, supo que la miraba, y eso es lo que cuenta
Lo siento, no soy de aquí. Contesté intentando mantener mi voz lo más firme posible. Y es que los hombres solo podemos tener una cosa firme al mismo tiempo, y esta vez la voz tenía todas las de perder.
Aquella noche, lo hicimos en la alfombra.