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let it snow |
En el sofá de al lado hay un tio gordo de estos que nada más verlos sabes que merece que los odies de por vida. Intenta hablar por Skype con su madre, pero no lo consigue porque la conexión de wifi del hotel es "una puta mierda", según él, por supuesto. Le hace ruidos extraños al micrófono, quizá esperando que asi el internet se asuste y su querida Mamá le pueda oir. Tiene pinta de ser un cabrón, e intento no morirme de la risa no sea que se de cuenta y me coma, o me use como antena para su portátil. Me pregunto si le cabrán los dedos en las teclas, o si irá pulsando de tres en tres, como cuando intentas escribir con la barbilla. Pero acaba de llegar su hija, ý ella ya no parece tan inepta. Por lo menos la genética le ha hecho más favores que un funcionario corrupto a la tia que le mola. Aun así, tener un padre como ese corta el rollo una burrada, y la sonrisa que devuelve suena a un: "sé que te ries de mi padre, imbécil".
Casi más gélida que el ambiente de este salón.
Hacía mucho que no estaba tanto rato en un sitio tan frio, y eso que he venido a la nieve y se supone que la temperatura aqui no sube mucho... No me salva ni mi adorable jersey de punto; tengo las manos a puntito de cambiar a morado.
La chica de enfrente no se qué mosca le habrá picado, pero lleva más de una hora sonriendole a la pantalla de su ordenador de esa manera tan estúpida y a la vez mona que solemos poner en casa. Pero estamos en un sitio público, joder, un poco de respeto y de pudor, que no todos tenemos tanta suerte. Por ejemplo, ese árbol de navidad que está en la esquina. Es un abeto, rodeado de nieve, pero que sólo la ve a través de un cristal. El pobre, por no tener, no tiene ni luces que se encienden y se apagan... eso si, no le falta el espumillón hortera y las ramas descolocadas, paupérrimas en hojas, que todo árbol de mierda debe tener. Lo único de lo que debe de estar orgulloso son las bolas de navidad. Son blancas lisas, sin dibujitos. Hacía mucho que no veía bolas de navidad que me gustasen (aparte de las de mi casa, obviamente). Me parece que hora y media aquí me vale de sobra, las cosas bonitas de una estación de ski se ven en las pistas, quizá en el pasillo de unos apartamentos; aquí lo único que voy a encontrar son gordos piojosos, quizá alguna niña con la que fantasear, o sonrisas estúpidas dedicadas a un ordenador, en vez de a personas.