martes, 27 de noviembre de 2012

Volver. Otra vez.

Últimamente me ha dado por volver a ser yo, que parece que había dejado de serlo, si es que eso es posible.


- Está muy de moda decir que la gente no es como es. Me explico; hablamos de personas que "no son ellos mismos" para referirnos a que su personalidad es un plagio de otra cosa, que son unos falsos, dando por supuesto que para ser personas verdaderas (o no falsas) deberían ser completamente diferentes a cualquier modelo de personalidad que se nos haya puesto alguna vez delante de las narices. Como si nuestra nariz fuese un jurado experto que determina qué es original y qué no. -
Los playmobil eran todos iguales y no por ello dejaron de ser geniales, con sus pequeños detalles.



Claro, al volver a ser yo me ha asaltado la duda de cómo era yo. O de cómo soy yo, que es casi lo mismo. Me he dado cuenta de que no tengo ni puta idea, lo cual te deja en un estado de bastante shock, porque es como querer cambiar la página que has elegido en los libros estos guays en los que hay diferentes historias según decidas tú pero habiendo olvidado la página de la que venías. O te vuelves a leer el libro, que no, o tiras p'alante a ver si se vuelven a cruzar los caminos (que tampoco suelen).
Y eso, que ahí me encuentro yo, intentando acordarme de en qué página estaba para poder cambiar de historia y escoger como un buen gilipollas el camino malo, que si no esto no tiene emoción.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Lie or Die

-No sé qué hacer. Tengo un problema.
-...
-¿Sabes quién es ella?
-Si.
-Estoy enamorado.

Chute de aerosol. Un cigarrillo. Otro. No se la ve la cara, todo ese pelo rubio se lo tapa y la poca luz tampoco hace demasiados favores. Se lo aparto, sabiendo qué voy a ver. Se lo aparto, con miedo de lo que voy a ver.
Brillan mientras bajan por la mejilla, haciendo que se corra el rimmel. Quizá es lo que deberíamos estar haciendo nosotros. Pero no, se nos ocurrió la brillante idea de ser sinceros.

Las lágrimas nunca se llevaron bien con las papelas y los siguientes dos cigarros se los tengo que liar yo. ¿Qué se siente cuando el que te acaba de matar intenta resucitarte? Nunca me atreveré a preguntárselo, supongo, pero yo me estoy muriendo con ella. Es triste acabar con lágrimas, o ganas de llorar y que el beso de despedida sea un cigarro medianamente bien liado.

Al fin y al cabo, las despedidas siempre han sido tristes.

miércoles, 25 de julio de 2012

Puede

Iba a escribir algo sobre el amor, como siempre. Pero al ver el hueco vacío me he quedado en blanco, se me ha olvidado todo lo que quería poner. Lo típico. La fobia del escritor al folio en blanco, pero sin escritor ni folio. Lo de siempre (un bourbon, por favor).
Me toca irme por la puerta de atrás, ese cliché tan usado.
Y es que puede que el amor esté ya tan usado que no tenga novedades, siempre igual, lo de siempre, lo típico. Y que la magia que buscamos, que nos sorprende y que nos enamora... ya no sea amor.

viernes, 16 de marzo de 2012

La Polla.

Este blog es cosa de dos, quiero decir que como todo lo que se hace entre dos, primero une y después separa. No quiero ser dramático, pero es así. Es cierto, al principio todo son ideas felicitaciones y amor mutuo, pero luego aparecéis vosotros, mi querida panda de hijas e hijos de puta que de vez en cuando leen este blog y lo jodéis todo. Y es lo mejor, sois los mejores. Sois lo que hacéis que esa mierda de cursi relación entre autores que teníamos se convierta en una batalla de visitas a las entradas, de calidad escribiendo.Y a mi lo que mas me gusta de todo esto es  que sabemos que nuestros piques son estúpidos, nunca  reconoceremos del otro una victoria, nunca nos diremos el uno al otro lo bien que lo hacemos. Y no es por orgullo, que también, es porque lo pensamos de verdad, lo sentimos de verdad. Y de verdad, como lo pienso y lo siento os lo digo, somos la polla.(Yo un poco más).

miércoles, 29 de febrero de 2012

Carmín

Pagando el último taxi, con billetes enrollados, bebiéndo la hoja de ruta hasta tu portal. Como un animal que se deja llevar por el instinto y que sólo ve distinto el trabajo y la diversión. Sintiendo la emoción de tu carmín tras la oreja, el tacto de esa mano, amiga vieja, bajo el pantalón que para escurrir el bulto, aprieta, como cuando no pagué la droga y me mandaron un matón. El portero sonreía burlón, ahora se hace pajas con tus gritos y esas revistas baratas de chicas nudistas que esconde en cajas de latón soñando que algún día una mujer le descubra, discutan y acaben como tú y yo.
   - ¿Cuánto tiempo? - te digo
   - Seis semanas. - mierda, eso es un montón.
   - ¿Y tú quieres? - insisto con cara de susto, sospechando, sin querer saber si es verdad.
   - Sí. - no hay "eses" que duelan más en los oídos que esas suplicantes que escondes en tus síes.
   - Mierda. - me levanto y me voy.

No hay sonrisas del portero, ni taxista maricón. Quizá se oye un tintineo de cajas de latón. Hoy me siento cruel, me siento un cabrón. Y el Seat rojo de la acera de enfrente me susurra "infiel".
Los timbres me miran acusadores a las tres de la mañana y yo ya no se quién soy, o sea que llamo y pregunto:
   - ¿Quién soy?
   - ¡Cabrón! - el del 3º
   - ¡Borracho! - la fea del 4º. Lo mio se me pasa mañana, puta.
   - ¡Hideputa! - vaya, éste es nuevo. O vieja, más bien, hay insultos bien puestos que duelen. Éste no es uno de ellos. La cincuentona del entresuelo.

La vi mudarse aquí el otro día, era de éstas mujeres fachas que no llevan el pelo corto, usan abrigo de piel y no tengo ni puta idea de qué hace en el edificio. Una vieja gloria, aún le queda vida.
Mi novia está embarazada siete pisos por encima y me quedan 3 condones en la cartea o sea que vuelvo a entrar, le cojo una cerveza al portero y llamo al timbre de la señora Cospedal. Abre ella, en camisón, le descorcho la botella en el escote y suelta un gritito, el primero de la noche. Nunca había sospechado lo que un camisón mojado transparenta, ni había llegado a pensar que 45 años fuesen tan pocos. Al menos diez hombres subidos a sus cruces en paños menores miran como me uniformo a su estilo y otras tantas vírgenes prestan atención a la maravilla que es su dueña, tras perder su hábito con olor a cerveza, dando fe de que no es como ellas sobre un cama llena de bordados que no se podrá volver a usar. Qué sorpresa, le echaba 45, tiene 48 y cualquier ciego que se la follase pensaría que tiene 28 mal llevados.

Salgo por fin a la calle con la cartera vacía y las 7 en el reloj. La ventana del séptimo se llena de lágrimas y mi estómago de repulsión.
Llamo al Carlos, que por una extraña amabilidad del destino sólo me hace esperar diez minutos en vez de la hora y media que mi cajetilla de Lucky se temía.
Me deja en casa, le pellizco la oreja como pago, que me parece poco para lo que suele pedir y me quedo mirando su Ibiza rojo dando la vuelta a la esquina. Le va a durar el coche dos días. Es retrasado, lo ha comprado rojo carmín. Como la mancha que me ha quedado en la mano.
Será puta.
Ni está embarazada ni lloraba por mi. Lo hacía por él. Y hacía bien. El Ibiza va a durar más que él.




-Entrada con el permiso de Alfredo González y su canción el último taxi [bueno, en verdad sin su permiso, pero espero que no le moleste]-

martes, 14 de febrero de 2012

"St. You's day" o "es hora de ponerse ñoño"

Porque una semana triste no puede estropear un día así. Y un cartón rojo espero que no signifique ni la mitad de lo que pueda significar un corazón igual de rojo, pero más lleno de ti. De sonrisas con la frente arrugada, labios finos y ojos marrones. De cosas pequeñas que te hacen sonreir. De momentos de vergüenza al mirarte y no saber qué decir, de no atreverme a verte y sonreir.
Promesas cumplidas, si, pero mal cumplidas que tienes necesidad de arreglar al momento con miedo de que cada segundo que pasa sea tarde. Sólo espero poder un día decirte que ni un cartón, ni un libro, ni todos los rollos de papel higiénico del mundo son suficientes para escribirte lo que debo. Ni un avión que echa humo y deja mensajes en el cielo. Ni una alianza de estrellas que se colocan, con ayuda de drogas duras, para hacerte sonreir.
Dicen por ahí que por una sonrisa, un mundo. Ni hablar. Por una sonrisa, arriesgaría la mía. Y mi nariz. Roja como un clavel, como un corazón, como un beso.
Y que me disculpen los que piensen que estas cosas se pueden decir cualquier día del año. Ellos dicen "feliz año nuevo" el 1 de Enero. Yo te lo pienso a diario, dejadme elegir día para concentrar todas esas emociones que llegan cuando aparecen tus sonrisas.
Y por si mi clavel era feo, te voy haciendo un adelanto de mi regalo de San Valentin, que te haré cualquier día del año que pueda. 

martes, 7 de febrero de 2012

Hablemos del tiempo

Me parece que ya va siendo hora de dejarse de amor y empezar a vomitar cosas sobre la política, la justicia y el retraso social adquirido por los españoles en ésta última época. Como de momento sólo me parece, me voy por la tangente y hablo del tiempo, que siempre es la mejor opción, incluso cuando quieres entrarle a la vecina en el ascensor.

"Siempre he querido saber dibujar para poder hacer bocetos de las ideas que me venían a la cabeza. Los paisajes son los que más me gustan, sobre todo con niebla...
-A esta niebla me refiero-
Lo que más me gusta de escribir es tachar lo que he escrito, sentirme un autor famoso y dar un trago al vaso de Bourbon que nunca está sobre mi mesa. Ponerme esa gabardina marrón que no tengo y que pega tan bien con el sombrero que me compraré cuando tenga cuarenta y pico, bajar a pasear a la calle con un cigarro de tabaco cubano, del oeste de la isla que es más barato, y andar hasta que la niebla empape mis huesos ya usados. Esa niebla que tantos poemas de muerte, desamor, desesperanza y vejez ha causado. Esa niebla que se prostituye para Unamuno y vende su cuerpo a novelas que no lo son. Esa niebla que sólo consigue inspirarme más poemas de amor, tachones y recuerdos no tan melancólicos de un pasado que aun no tengo, pero que espero acabar teniendo bajo los tablones de mi cama."

Eso si, ni se os ocurra cambiar el amor por los vómitos, o por la política, o por cualquier otra estupidez que os ofrezcan... bueno, exceptuando las galletas.

martes, 3 de enero de 2012

Christmas carol


let it snow

En el sofá de al lado hay un tio gordo de estos que nada más verlos sabes que merece que los odies de por vida. Intenta hablar por Skype con su madre, pero no lo consigue porque la conexión de wifi del hotel es "una puta mierda", según él, por supuesto. Le hace ruidos extraños al micrófono, quizá esperando que asi el internet se asuste y su querida Mamá le pueda oir. Tiene pinta de ser un cabrón, e intento no morirme de la risa no sea que se de cuenta y me coma, o me use como antena para su portátil. Me pregunto si le cabrán los dedos en las teclas, o si irá pulsando de tres en tres, como cuando intentas escribir con la barbilla. Pero acaba de llegar su hija, ý ella ya no parece tan inepta. Por lo menos la genética le ha hecho más favores que un funcionario corrupto a la tia que le mola. Aun así, tener un padre como ese corta el rollo una burrada, y la sonrisa que devuelve suena a un: "sé que te ries de mi padre, imbécil".
Casi más gélida que el ambiente de este salón.
Hacía mucho que no estaba tanto rato en un sitio tan frio, y eso que he venido a la nieve y se supone que la temperatura aqui no sube mucho... No me salva ni mi adorable jersey de punto; tengo las manos a puntito de cambiar a morado.
La chica de enfrente no se qué mosca le habrá picado, pero lleva más de una hora sonriendole a la pantalla de su ordenador de esa manera tan estúpida y a la vez mona que solemos poner en casa. Pero estamos en un sitio público, joder, un poco de respeto y de pudor, que no todos tenemos tanta suerte. Por ejemplo, ese árbol de navidad que está en la esquina. Es un abeto, rodeado de nieve, pero que sólo la ve a través de un cristal. El pobre, por no tener, no tiene ni luces que se encienden y se apagan... eso si, no le falta el espumillón hortera y las ramas descolocadas, paupérrimas en hojas, que todo árbol de mierda debe tener. Lo único de lo que debe de estar orgulloso son las bolas de navidad. Son blancas lisas, sin dibujitos. Hacía mucho que no veía bolas de navidad que me gustasen (aparte de las de mi casa, obviamente). Me parece que hora y media aquí me vale de sobra, las cosas bonitas de una estación de ski se ven en las pistas, quizá en el pasillo de unos apartamentos; aquí lo único que voy a encontrar son gordos piojosos, quizá alguna niña con la que fantasear, o sonrisas estúpidas dedicadas a un ordenador, en vez de a personas.