miércoles, 29 de febrero de 2012

Carmín

Pagando el último taxi, con billetes enrollados, bebiéndo la hoja de ruta hasta tu portal. Como un animal que se deja llevar por el instinto y que sólo ve distinto el trabajo y la diversión. Sintiendo la emoción de tu carmín tras la oreja, el tacto de esa mano, amiga vieja, bajo el pantalón que para escurrir el bulto, aprieta, como cuando no pagué la droga y me mandaron un matón. El portero sonreía burlón, ahora se hace pajas con tus gritos y esas revistas baratas de chicas nudistas que esconde en cajas de latón soñando que algún día una mujer le descubra, discutan y acaben como tú y yo.
   - ¿Cuánto tiempo? - te digo
   - Seis semanas. - mierda, eso es un montón.
   - ¿Y tú quieres? - insisto con cara de susto, sospechando, sin querer saber si es verdad.
   - Sí. - no hay "eses" que duelan más en los oídos que esas suplicantes que escondes en tus síes.
   - Mierda. - me levanto y me voy.

No hay sonrisas del portero, ni taxista maricón. Quizá se oye un tintineo de cajas de latón. Hoy me siento cruel, me siento un cabrón. Y el Seat rojo de la acera de enfrente me susurra "infiel".
Los timbres me miran acusadores a las tres de la mañana y yo ya no se quién soy, o sea que llamo y pregunto:
   - ¿Quién soy?
   - ¡Cabrón! - el del 3º
   - ¡Borracho! - la fea del 4º. Lo mio se me pasa mañana, puta.
   - ¡Hideputa! - vaya, éste es nuevo. O vieja, más bien, hay insultos bien puestos que duelen. Éste no es uno de ellos. La cincuentona del entresuelo.

La vi mudarse aquí el otro día, era de éstas mujeres fachas que no llevan el pelo corto, usan abrigo de piel y no tengo ni puta idea de qué hace en el edificio. Una vieja gloria, aún le queda vida.
Mi novia está embarazada siete pisos por encima y me quedan 3 condones en la cartea o sea que vuelvo a entrar, le cojo una cerveza al portero y llamo al timbre de la señora Cospedal. Abre ella, en camisón, le descorcho la botella en el escote y suelta un gritito, el primero de la noche. Nunca había sospechado lo que un camisón mojado transparenta, ni había llegado a pensar que 45 años fuesen tan pocos. Al menos diez hombres subidos a sus cruces en paños menores miran como me uniformo a su estilo y otras tantas vírgenes prestan atención a la maravilla que es su dueña, tras perder su hábito con olor a cerveza, dando fe de que no es como ellas sobre un cama llena de bordados que no se podrá volver a usar. Qué sorpresa, le echaba 45, tiene 48 y cualquier ciego que se la follase pensaría que tiene 28 mal llevados.

Salgo por fin a la calle con la cartera vacía y las 7 en el reloj. La ventana del séptimo se llena de lágrimas y mi estómago de repulsión.
Llamo al Carlos, que por una extraña amabilidad del destino sólo me hace esperar diez minutos en vez de la hora y media que mi cajetilla de Lucky se temía.
Me deja en casa, le pellizco la oreja como pago, que me parece poco para lo que suele pedir y me quedo mirando su Ibiza rojo dando la vuelta a la esquina. Le va a durar el coche dos días. Es retrasado, lo ha comprado rojo carmín. Como la mancha que me ha quedado en la mano.
Será puta.
Ni está embarazada ni lloraba por mi. Lo hacía por él. Y hacía bien. El Ibiza va a durar más que él.




-Entrada con el permiso de Alfredo González y su canción el último taxi [bueno, en verdad sin su permiso, pero espero que no le moleste]-

martes, 14 de febrero de 2012

"St. You's day" o "es hora de ponerse ñoño"

Porque una semana triste no puede estropear un día así. Y un cartón rojo espero que no signifique ni la mitad de lo que pueda significar un corazón igual de rojo, pero más lleno de ti. De sonrisas con la frente arrugada, labios finos y ojos marrones. De cosas pequeñas que te hacen sonreir. De momentos de vergüenza al mirarte y no saber qué decir, de no atreverme a verte y sonreir.
Promesas cumplidas, si, pero mal cumplidas que tienes necesidad de arreglar al momento con miedo de que cada segundo que pasa sea tarde. Sólo espero poder un día decirte que ni un cartón, ni un libro, ni todos los rollos de papel higiénico del mundo son suficientes para escribirte lo que debo. Ni un avión que echa humo y deja mensajes en el cielo. Ni una alianza de estrellas que se colocan, con ayuda de drogas duras, para hacerte sonreir.
Dicen por ahí que por una sonrisa, un mundo. Ni hablar. Por una sonrisa, arriesgaría la mía. Y mi nariz. Roja como un clavel, como un corazón, como un beso.
Y que me disculpen los que piensen que estas cosas se pueden decir cualquier día del año. Ellos dicen "feliz año nuevo" el 1 de Enero. Yo te lo pienso a diario, dejadme elegir día para concentrar todas esas emociones que llegan cuando aparecen tus sonrisas.
Y por si mi clavel era feo, te voy haciendo un adelanto de mi regalo de San Valentin, que te haré cualquier día del año que pueda. 

martes, 7 de febrero de 2012

Hablemos del tiempo

Me parece que ya va siendo hora de dejarse de amor y empezar a vomitar cosas sobre la política, la justicia y el retraso social adquirido por los españoles en ésta última época. Como de momento sólo me parece, me voy por la tangente y hablo del tiempo, que siempre es la mejor opción, incluso cuando quieres entrarle a la vecina en el ascensor.

"Siempre he querido saber dibujar para poder hacer bocetos de las ideas que me venían a la cabeza. Los paisajes son los que más me gustan, sobre todo con niebla...
-A esta niebla me refiero-
Lo que más me gusta de escribir es tachar lo que he escrito, sentirme un autor famoso y dar un trago al vaso de Bourbon que nunca está sobre mi mesa. Ponerme esa gabardina marrón que no tengo y que pega tan bien con el sombrero que me compraré cuando tenga cuarenta y pico, bajar a pasear a la calle con un cigarro de tabaco cubano, del oeste de la isla que es más barato, y andar hasta que la niebla empape mis huesos ya usados. Esa niebla que tantos poemas de muerte, desamor, desesperanza y vejez ha causado. Esa niebla que se prostituye para Unamuno y vende su cuerpo a novelas que no lo son. Esa niebla que sólo consigue inspirarme más poemas de amor, tachones y recuerdos no tan melancólicos de un pasado que aun no tengo, pero que espero acabar teniendo bajo los tablones de mi cama."

Eso si, ni se os ocurra cambiar el amor por los vómitos, o por la política, o por cualquier otra estupidez que os ofrezcan... bueno, exceptuando las galletas.